Recuerdo en especial la ida a la sicóloga de la universidad por principios de la depresión , y de una psicosis rara que me dio: yo pensaba que iba a perder mi décimo semestre. No sé por qué eso se me metió en la cabeza, y cuadré citas semanales con ella. Luego que me gradué, no fui más; creo que fue un error.
Volviendo a mi crisis del pánico, cada día tenía que decirle a mi mamá que orara por mí. Hasta cierto punto, una parte de de mi interior, enfrentaba esa vergüenza. Recuerdo en especial que mi mamá siempre oraba para que Dios me diera una buena mujer; me imagino que todavía ora por eso, y yo espero que se materialice.
Viví un cambio de notaría que, en lugar de beneficiarme, me perjudicó: el nivel de estrés y depresión aumentaron. Me sentía vacío por lo que hacía y empecé a cuestionar muchas cosas de mi vida espiritual, y comencé a cuestionar al Señor. El 27 de diciembre del año pasado, pude hablar desde el púlpito de mi iglesia. Ese día en especial creí haber entendido que tenía que esperar lo que fuera necesario hasta tener otra posibilidad laboral. El lunes 29 de diciembre de 2008 me echaron. Grabé un video -que puedes verlo aquí- unas horas antes de irme. Le agradezco a mis amigos que estuvieron pendiente de mi crisis del pánico que padecí (¿padezco?) en aquel momento; y que lo vivieron tanto como yo mismo.
Luego el blog que me pone a soñar. La nueva sicóloga que me dijo: si no haces algo por ti ahora, toda la vida vas a ser un fracasado laboral. Por eso estudiar Humanidades y Lengua Castellana es para mí -Como diría Jimmy- comprar mi libertad. Por tal razón entiendo haber estado en la notaría porque me abrió esta posibilidad, debió haber sido Dios; eso creo yo. Luego el desempleo y las enfermedades repetitivas. La dermatitis. El colon. La tristeza y la espera. Después The Bigcell con sus alegrías. El Caos -con J. y L.- que aumentó la soledad, y fue apertura a los malos presagios que abundan en las alegrías momentáneas. Las enfermedades con sus especialistas: médicos generales, dermatólogos, alergólogo, gastroenterólogo, coloproctólogo, dermatólogos, otra vez a lo largo de todo el año. Las peleas con los amigos y el abandono de la familia. Las palabras obvias (Está tratando contigo, te está moldeando, algo bueno vendrá...); éstas, que por cierta que sean, en momentos no quitan el pesar. Trabajé de mesero con mi tía. Profesor de Escuela en la iglesia (Me echaron para el otro semestre). Canté más de lo que tenía pensado. Grabar videos caminando en los muros de Quilla, y videos de mí cantando canciones. Películas y buena compañía. Docente en un colegio; frustración y alegría (Hay algo de todo eso que no me desagrada, dije). Colonoscopia y el muy claro olvido.

-No -me interrumpió-. Es la depresión.
El largo año que no fue tan largo con sus cosas buenas y malas. Un círculo vicioso de errores y buenos momentos. Espero que el otro sea mejor; uno siempre dice esas cosas, pero en realidad más que desearlo, llega a necesitarlo. Quiero escribir más, quiero aprender más cosas, sonreírle a la vida dura, mirar más películas y leer más libros, conocer más sitios y más gente, amar a los que tengo y no dejarlos de amar, perdonar más, llorar más de alegría que de dolor, correr más y volarme más torniquetes en los buses, caminar en más muritos cerca de mi amigo, ir a la playa a quemarme, disfrutar las dietas difíciles y las tarde soleadas, los amaneceres rojos y las caminatas a lo lejos, cumplir los treinta que debo (quizás me comenzaré a quitar), hacer algo por ayudar al resto y dejar de manifiesto quien puedo llegar a ser.
La depresión no se fue del todo. Hay días en donde siento ese vacío que no se llena y me lleva a cuestionar mi propia vida. De vuelta a los interrogantes acerca de un Ser superior que no me ama y que puede disfrutar de mis fracasos; y luego, mi propio yo que me dice que eso no es así, no puede ser así, y trato de continuar.