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lunes, octubre 11, 2021

Rodilla y salud mental

Publicado por Yo soy Escribidor |


Me he encontrado con que a la altura de esta pandemia me duele la rodilla. Fui al médico que me remitió a una ecografía. Sentenció: inflamación de ligamentos. Ya, ahí hay otra. Es un dolor tenue, que va y viene, que me preocupa a veces. 

Pero la uróloga también dijo que empezaría un nuevo tratamiento para detener los cálculos renales que se me forman como racimos. Tres meses, nada grave, pienso. 

Y la dermatóloga me quitó un par de verrugas extrañas que me salieron; y quedó en revisar unas manchas que me pintan la piel. La edad, pienso yo. 

El fin de semana tuve fiebre como no me había dado desde hace 15 años. Al parecer, fue doble el caos: me intoxiqué y me insolé con la vitalidad del cielo de Puerto Colombia. No estoy para esos trotes. 

Paradójicamente, frente a todo esto, nunca he sido un hombre con grandes enfermedades sostenidas en el tiempo. Quizás por allá en 2008, pero fue todo lo que tuve como para diez años; ya pasó. 

Hoy hablaba con K y le decía que quizás me invento las enfermedades estas. Puede ser. Y más que inventar, he pensado, hay un cansancio mental que no asimilo y que me hace creer y sentir una pesadez en la rodilla. Mi mente me juega una mala pasada muchas veces. 

Recientemente tuve una crisis de pánico que reprimí por días y que me costó una intranquilidad cuando caía la noche. Tuve miedo de cosas sencillas de la vida, como ir a la tienda a comprar un pan o de bañarme después de una hora. Ahora respiro profundo. Cierro los ojos y tomo una bocanada de aire y me concentro en ese momento. Ayuda un poco. 

Cada día es uno para lograr algo que a veces no sé qué es. No sé cuál es el plan B de la vida y menos si hago parte de la posteridad. Me duele ─y me avergüenza─ llegar a pensar que me toca vivir cada mañana sin tener, a esta altura de la existencia, no más de una semana planeada. 

En días como hoy en los que recuerdo la salud de mi cabeza, siento la rodilla molestándome un poco, pero sigo caminando con ese pulso que parece que me detendrá, pero no lo hace: cada noche, cuando ya está muriendo el día, respiro profundo y no sé en qué momento me he quedado dormido.