“El simple hecho de no macerar el tema con palabras que se repiten
y se gastan y nos gastan, ese simple silencio nos irá ayudando,
nos ayudará a querernos como verdaderamente somos,
y no como tendríamos la frágil obligación de ser.”
Mario Benedetti
Como dije antes, a los hombres nos cuesta, como especie de analfabetismo emocional, amar. Sucede con los amigos. Yo desconfío de las amistades entre mujeres; simplemente, siempre me va a parecer hipócrita y pronta a la destrucción. Las féminas siempre compiten en medio de la amistad. Es falsa, por tanto, tanto cariño entre ellas.
Creo en la amistad de los hombres con las mujeres. Son estas amistades duraderas y profundas, se experimentan el paso de los límites y del respeto en una complicidad morbosa que no sólo tiene que ver con el sexo. Yo tengo amigas mujeres y eso es lo que sucede. Sin embargo –creo yo-, dado algún problema inconcluso, estas amistades, desde la perspectiva masculina, pueden olvidarse con facilidad. Luego de terminarse, el duelo es más llevadero. No quiere decir que uno no extrañe a las amigas, que en ciertos días fríos, en noches trascendentales, o remembranzas de historias pasadas, uno anhele y recuerde con cariño y hasta lamente el cruel destino que le tocó.
Ahora bien, la amistad que lo hombres evitamos profundizar es con personas del mismo género. Quizás porque, inclusive para nosotros, puede ser demasiado cuando dos hombres se aman estrictamente en el sentido profundo de la amistad. Los límites de confianza son traspasados más allá de lo obvio. Al principio manejamos una complicidad siniestra sin el beneficio de la feminidad de decirnos que nos queremos. Luego, cuando esto ocurre, la confusión andrógina nos abarca y ya no hay vuelta atrás.
Por ello, somos tenidos por mariquitas que no temen hacer sus espectáculos en público. Los hombres amamos incomprensiblemente cuando conocemos al Señor y esto es todavía más raro cuando son personas del mismo sexo en quienes se confía, necesita y se da el uno por el otro. Tal vez por eso cuando una traición se da, el dolor es tan profundo que se obvia el tema para no exponer el dolor. Siempre se brinda más y se espera más. Puede ocurrir de uno que ame más al otro; en este caso uno de los dos, se ha vuelto un estúpido con expectativas que nunca van a estar resuelta, y con la pena profunda de no exponerse.
Sí, nuestra masculinidad nos otorga el temor marica para no querer a otro de nuestro género y cuando esto pasa, nos desconocemos a nosotros mismos.
“Nadie ha desarrollado una fórmula de Viagra que
inhiba impotencias diferentes a la eréctil,
ni los efectos de la misma vida. Ni siquiera los amigos…”