.

.
.
jueves, julio 24, 2014

NOTA ACLARATORIA Y MOMENTÁNEA (Fe de erratas)

Publicado por Yo soy Escribidor |

En el escrito anterior a éste, cometí ciertas omisiones y algunos errores. Por un lado, la gran omisión fue no haber incluido a mi amigo David Ángel en el relato. Él, casi con vehemencia, me reclamó haber ido al sitio. Y él tenía razón, y yo lo olvidé tristemente. Su instancia fue tan corta en el sitio de tatuajes que, por un momento -o un gran momento-, olvidé que fue y que su apoyo se figuró con su llegada. A él mis disculpas por este error involuntario que surge cuando uno escribe. 

Por otro lado, cito textualmente: "Está en el hombro, en el izquierdo (ese hombro que está más caído que el otro)..."; y aquí incurrí en una equivocación. Hoy, cuando quise releer lo escrito -luego de haberlo releído tantas veces-, noté, al voltear mi mirada, que mi hombro caído es el derecho, no el izquierdo. Y que sí, evidentemente, mi tatuaje está ahí, pero me falló la lateralidad.Es un error que no pienso corregir acaso para manifestar mi grata estupidez humana; uno que se siente irreprensible todo del tiempo. 

Dejo mis errores en manifiesto y, al mejor estilo de Pilatos, lo que he escrito, escrito está. 


lunes, julio 14, 2014

TATUAJES Y FORMAS

Publicado por Yo soy Escribidor |



“David, ¿estás seguro de que esta es la mejor manera

que tienes para enfrentar la situación?”

Desgracia, Coetzee


Cayena en hombro, 2014
Miro mi tatuaje. Veo los colores y las formas que se lograron. Sin embargo, lo siento lejano a mí, lo veo y, quizás, no me pertenece. Está en el hombro, en el izquierdo (ese hombro que está más caído que el otro); el tatuaje es más grande que los demás y lo puedo ver con facilidad. Lo veo distante y me gusta, pero no tengo tiempo para asimilar, para sentirlo mío. No, no tengo tiempo. Ahora no es el momento, aún. Ya vendrá la larga semana de reposo, de sanidad de la piel, de cremas, de picazón y del cuidado. Sólo tengo tiempo para eso: mirarlo de vez en cuando y no vivir la alegría completa. Es una rara sensación.



Cuando está sanando, me hago preguntas: ¿para qué demonios me lo hice? Pero encuentro las respuestas rápidamente. ¿Qué tal si  muero mañana y no lo disfruto? Nunca tendré el hombro como antes lo tenía. No obstante, lo cuido. Ahora tengo leves rastros de sensaciones alegres frente a las preguntas desparramadas dentro de mis porqués.



Fueron varias horas. Fueron casi seis horas haciéndolo. Después de un tiempo, el cansancio es evidente. Salgo con Carlos, casi a las 12 de la noche, del local en busca de un taxi. También están conmigo, han llegado de sorpresa contenta –mis sorpresas no pueden ser catastróficas- Jaidelin y Darwin, ellos viven al frente. 

"Estar feliz y sin embargo no ser feliz. Ah pero nunca imaginé que el estar feliz incluyera ¿sabes? tanta tristeza."
Primavera con una esquina rota, Benedetti 



Tengo la leve sospecha de una alegría desconocida. ¿Así se sentirán las mujeres cuando se ponen tetas cuando creían que les faltaban? ¿Sentirá así el transgénero que no se pertenece en su cuerpo, hasta que lo logra? ¿Así, los demás cuando se tatúan profusamente? Me pregunto en mi soledad. Le comento a mi amigo estos asuntos y él asiente.



La picazón es terrible. No me rasco. Aguanto. Me lavo. Me echo crema. Me miro al espejo. Concluyo. El rito que se repite. Cae una cascarita de él. 


Tres tatuajes, 2014
En estos días, hace algunos años, fui operado de la columna. Mis primeros tatuajes están alojados ahí. Me han propuesto que me tatúe en mi cicatriz. No lo haré. Es una herida que amo. Cada punto que se despliega por ella. Cada sensación en mis dedos cuando la toco. Amo la cicatriz, aunque lucho con la vergüenza de ser visto. Sí, he tenido arrojos y me quito la camisa, pero siempre tengo vergüenza; es una especie de desnudez impuesta. Algo que sería sólo mío. 


Por ello, mis tatuajes están ahí, los primeros: una mano que simula una crucifixión, un versículo y una boa que se tragó un elefante (de El Principito). No me avergüenzo de mi cicatriz, sino de las preguntas que tengo que responder cuando está a la vista. Con los tatuajes me engaño un poco. Engaño a los demás en las preguntas que tienen que hacerme. 


Han pasado muchos años desde aquella vez en la cual entré en el quirófano. También me parece una historia lejana. Tenía otros amigos. Algunos que todavía están. Hoy día, no tocaría ni un punto de mi espalda cicatrizada por un tatuaje encima de ella. A los lados. Por supuesto, a los lados; nunca ahí. De alguna forma, siento que esa cremallera de carne habla más de mí que otras cosas aparentemente evidentes. 


Voy en el taxi. Llego a mi casa y me lavo el hombro por primera vez con el tatuaje, me echo la crema con cuidado y lo observo. No medito en el acto. Sólo observo. No tengo tiempo para asimilarlo aún. Dentro de una semana, lo haré y me daré cuenta que no responde a mi adicción o a llenar los vacíos emocionales (como dijo mi madre, que tal vez tenga razón), sino a sentir que le faltaba algo. Sí, un vacío como el mencionado, pero distinto, eso creo.