LA APUESTA DE JAIME
Jaime y yo teníamos una apuesta. Era ese tipo de cosas absurdas que uno a veces dice para después burlarse y pasar un buen tiempo. La cuestión era así: él debía estar un poco delgado hasta junio de 2009, él pretendía estar tan delgado como el protagonista de la serie Lost, bastante difícil pienso yo. Si no lo lograba, entonces, posaría en calzoncillos amarillos y capa roja (al mejor estilo de Robin, el de Batman) en una foto que sería publicada en Facebook por mi amiga, y ex de él, Laura. Siempre pensé que yo ganaría pero en realidad no tenía mucho que perder. Sin embargo, a Jaime se le ocurrió incluirme en su apuesta. Esta era mi parte ahora: debía antes de un mes escribir un artículo al mejor estilo de una revista y hasta junio de 2009 debía tener los suficientes escritos e ideas como para una revista juvenil cristiana como siempre la he querido. Si yo perdía, Laura me raparía el cabello y también el mundo se enteraría por Facebook. Laura estuvo de acuerdo y yo también. ¿De qué podía escribir? Lo decidí, hablaría de la amistad. Para mí es una de las cosas más importantes y sobre todo necesarias en la vida. Tengo un alto concepto de la amistad. Recordé un día cuando salí con mi amigo Jonathan y me habló de cosas que eran muy personales y me habló de la amistad que tiene con su hermano. Comencé a escribir acerca de eso. También pensando en mis amigos y toda palabra buena y toda promesa que me hayan hecho, como especie de tributo a todos ellos. Aún conservo el borrador de ese escrito y no sé si algún día dejaré que alguien lo vea. La apuesta terminó mal. Creo que ya no existe. Hablando de la amistad he visto como algunas se han ido desmoronando abruptamente, quizás por mi manera de hacer las cosas o por idealizar a las personas y a las situaciones. Dios nos pide, muchas veces, situaciones que son muy difícil de entregar ¿Por qué lo hace? En realidad no lo sé.
Ayer escuché sobre la lealtad y me sentí identificado. Cuando uno da amor incondicional a veces creemos que los demás nos lo dan igual; algo que no siempre es verdad. El amor incondicional es de esa forma, sea o no recíproco; de allí su nombre. No obstante lo anterior, siempre queremos cierto grado de lealtad de quienes nos prometen su vida. Pedro muy rápido abrió su boca para entregar su vida por el Señor. ¡Pedro, siempre es mejor pensar antes que prometer! Quizás debemos prestar más cuidado cuando somos como aquellos Pedros que hablan antes de pensar. Usted conoce el resto de la historia del pescador; interesante recibir la restitución de Dios. Me pregunto si el resto de discípulos le recriminaban a Pedro su traición o si por el contrario nunca se enteraron.
¿Por qué escribo esto? Quizás como una especie de desahogo a las situaciones que Dios permite en la vida y también para tener la esperanza del consuelo y, en el momento oportuno, recibir y dar restitución. Espero que ese día llegue. El día donde más que una apuesta sean otros espacios los que me hagan soñar con mis amigos y las personas que amo. Donde vea a Dios en las situaciones habituales y tratando de entender, como siempre, que la única solución para el dolor es el perdón. Espero que ese día llegue porque entonces nuestra boca se llenará de risa y nuestra lengua de alabanza.
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De paso me queda decir que Jaime sigue igual de gordito. Creo que ya no hace esfuerzos por hacer ejercicios. Hemos salido algunas veces y, obviamente, ha sido a comer. Desde helados en Mcdonalds hasta comidas sin el más mínimo control de calidad. Disfruto esos pequeños momentos que tenemos en la semana. Es cierto que Jaime no se ve como el tipo de Lost quizás por estos espacios de alimentación, aún así es un alivio saber que estos momentos, contrarios a nuestra apuesta , hacen que tengamos buenos instantes de compañía espiritual y afectiva.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: