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lunes, junio 03, 2013

REFLEXIONES (TRES)

Publicado por Yo soy Escribidor |





  1. ·        Mi amiga J. no solía recibir la tarde. El cambio de día a noche, por allá a las seis, cuando el ocaso se precipita, le inundaba nostalgia. Prefería, sin duda, pasar ese cambio horario dentro de un lugar y que luego pudiera salir con una sorpresiva noche, que no le hubiera avivado la nostalgia. Ese cambio de la luz a las sombras, supongo yo, no era asimilable para alguien como ella. Hoy día no sé si esos cambios de momentos, fueron superados, y las sombras de la noche no se abrigan al nostos que tenía en aquellos días. Yo vivo, de vez en cuando, esos cambios de horario; tristemente no tienen que ver con las seis de la tarde, sino con la penumbra que trae el recuerdo. 
  2. ·        Me han hecho las promesas: Que estaría conmigo hasta el final de la línea. Que recorreríamos de aquí a la luna, abrazados en una moto. Que todo va a estar bien. Que escribiría la tesis de la alegría. Promesas de estar siempre juntos. De la mujer con las palabras duras y hermosas. Promesas que prometen. De recorrer las avenidas de la ilusión. De permitir secar lágrimas ajenas y dar hombros fuertes. Prometer sin promesas son las implicaciones tácitas de los amigos. 
  3. ·        He terminado de leer y tengo la sensación de vacío. Siento que, aunque me dijeron todo en el libro, me quedaron debiendo el aliciente para la angustia de haber leído.  Tengo crisis poslectura. La novela iba recorriendo líneas y líneas anunciándome lo peor… y yo lo sabía. Pero fue (y la literatura es) como la muerte: así uno diga que está preparado, nunca lo está; sobre todo si el tema es, precisamente, la Muerte. Fue como en aquella otra donde todos sabemos que el muerto será muerto y que nos obstinamos, tontamente, en seguir leyendo para que al muerto no lo maten mientras leemos; al final al muerto lo matan y uno siente que no estuvo preparado para su muerte.

2 ¡Ajá, dime qué ves!:

Fabián Buelvas dijo...

Las promesas son como los libros: funcionan mientras algo las mantiene, es decir, mientras quien promete está, o mientras se lee el libro. Cuando se va la persona se rompe la promesa, y cuando el libro se acaba no queda nada. Porque al final no es la gente, los libros o las promesas: es la esperanza lo que da la estabilidad. Y si no, el vacío. O eso creo. Saludos.

Jubeis Díaz dijo...

Poslectura difícil. Ese es mi diagnóstico. Pero volveré. Te quiero.

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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: