"La muerte es una tediosa experiencia; para los demás
sobre todo para los demás."
Mario Benedetti
Mayaya 2009 |
Hace
algunos meses tuve un sueño donde sabía que mi abuela moría. En el sueño, no
era la muerte quien la tomaba porque ésta había quedado fuera del alcance de
Mayaya1; había sido Dios mismo quien había determinado cuándo y
cómo. En el sueño, si mis recuerdos no me fallan, el Señor se la llevaba porque
ya su vida era de ella, y que no se trataba de que la Muerte pudiera hacer algo
en la anciana centenaria.
Mi abuela
burló a la Muerte en todos los años de sus cientocinco años de existencia. Y
burló, de paso, estos últimas semanas, a quienes ya ajustaban sus lágrimas y
bolsillos para enterrarla. Se suponía, según los ajustes de mi tía, que debió
haber muerto hace como 20 años, cuando, dicho por ella, el Señor había mostrado
que se la llevaría; me sonaba como un viaje interestelar, donde la nave nodriza
se llevaba a mi abuela. Sin embargo, tales apreciaciones fueron esquivas todos
estos años.
Durante
estos meses, estuvo visitando más que nunca clínicas. Alguien podría decir que
había perdido facultades esenciales; no era así. Mayaya nunca perdió la
lucidez, el buen humor y no fue víctima de enfermedades penosas. Tenía, desde
luego, ancianidad, que ya a esa altura del juego, eran horas extras; pero nunca
vi a una vieja enclenque, pusilánime y dada a la muerte.2 En estos
afanes de la vejez, ella estuvo hospitalizada muchas veces, como he dicho, a
tal punto que la situación, en un momento, se puso aguda, que vi a mi papá
entristecerse y pelear constantemente con sus hermanos en la búsqueda del mejor
sitio para sepultar a mi abuela. Fueron momentos donde le intenté explicar a mi
papá que 105 años son más allá de los esperados y de los vividos; no obstante,
como es obvio, mamá es mamá y las tristezas de la muerte son evidentes. A pesar
de esto, un día, en medio de los afanes que he dicho, tuve la sospecha que
Mayaya les iba a dejar la peluca, y que no se iba a morir, dejándolos que
vieran un chispero. Así fue. Mayaya no murió y salió victoriosa, una vez más a
su casa.
Por
eso, esa madrugada a las 4:30 de la mañana, cuando sonó mi celular y vi que era
mi papá, supe que algo había pasado. “Avísale a tu mamá y a todos allá que mi
mamá falleció”. Y supe que Mayaya se murió cuando le dio la gana, que, a pesar
de haber estado en la clínica, ya nada indicaba que moriría. Se murió cuando
Dios quiso. Y me da por pensar que en realidad fue como en mi sueño: que fue el
Señor mismo quien se la llevó, que la Muerte fue sorbida en su vida, que,
después de todo, murió como todos quisiéramos: dormida, sin sufrir, serena,
vieja y llena de historias.
Mi papá
está evidentemente triste, pero sé que Mayaya donde esté se puede burlar con
ahínco porque les hizo mamola a todos los que esperaban su descenso mucho
tiempo antes de los que ella pensaba morir. Y recuerdo, fascinado, su buen
humor cuando estaba internada, cuando gritaba como loca que no sabe lo que
dice, pero que lo sabe: “Mayaya se murió, Mayaya se murió”; y mi tía Juanita
que le decía que No mamá usted no se ha muerto; y todos sabíamos que le mamaba
gallo a la Muerte, impotente ésta porque en realidad no se había muerto.
1.
Mayaya era
el nombre con el que nombrábamos en la familia a mi abuela. Surgió de “mama
Adriana”.
2.
Tanto es así que ya había escrito una hazaña
macondiana de ella con la Muerte, en un blog furtivo que nunca llegó a mucho.
Lea AQUÍ
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4 ¡Ajá, dime qué ves!:
mas de un siglo de vida!! impresionante!
Más que admirarme por tu brillante manera de escribir, lo hago por la forma en que Dios hace las cosas. ¡Grande Mayaya!
Tú abuelita logro alcanzar lo mismo que hizo Jesús Burlar la muerte.
Que no lean esto los personajes de destino final...
Es esta ocasión el concepto de muerte, aparte de lo obviamente doloroso, produce sonrisas.
Que bonito que el Señor realmente tenga control de todo en nuestra vida.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: