“Me doy cuenta de tantas cosas, que
la aritmética es falsa,
que uno más uno no siempre es uno
sino dos o ninguno,
que nos sobra tiempo para hojear el
álbum de los agujeros,
de ventanas cerradas, de cartas sin
voz
y sin perfume”
Jubeis Díaz, en un mensaje de texto
Me
gustan los cuadros. Soy un fanático de los cuadros en muchas formas. Cuadros grandes
en las camisas me pueden despertar extrañas alegrías. Me gustan los cuadros más
que las rayas. Las rayas me parecen engañosas; sus angostas formas me resultan
falsas. Cuando pretenden ser muchas, se arriman una a otra y dan la impresión
de que forman cuadros, suponiendo que podrían darme una ceguera cierta. Pero
estoy tan adiestrados en esto, que descifro sus intenciones banales: quieren
estar en todos lados… son rayas.
Los
cuadros me gustan. Pero no podrían ser monocromáticos; tienen que ser cuadros
que se bañen en colores, en diversidad cromática, en sentido de muchos sentidos
y de sentimientos varios. Los cuadros me producen exactos cálculos, procesos
medidos, procedimientos claros, la ley de la gramática española y el resultado
algebraico de un binomio cuadrado perfecto. Las rayas, por sus partes, son como
un camino sin fin, no tienen sobresaltos, son masivamente epidémicas, pueden gustar a cualquiera, aun cuando no presentan el
motivo de su existencia.
La
vida con los cuadros (en todas las formas, en todas las texturas, en todas las
medias, en todos los retratos, en todo lo todo, en todo) es hermosa, aunque
peligrosamente adictiva: una vez que uno se enamora y vive con ellos, es
difícil abortar su postura cuadrangular. He intentado, reiteradamente, huir de
ellos, y adoptar rayas verticales, pero, a lo lejos, ellos me llaman, y me doy
cuenta hasta dónde he caído, y vuelvo a su área. Área como de encaje de Tetris,
de libros por tamaños, de zapatos arreglados y ropa en su lugar por colores,
por tiempo exacto de dormir y angustia de soledad en cuatro paredes. De
cuadrangular con forma de rombos, de cuadros que bostezan siendo rectangulares,
de baldosas amarillas con rojo, de pinturas en paredes tristes, y de angustias
cuadradas e indescifrables.
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5 ¡Ajá, dime qué ves!:
Por eso siempre pensé que la representación de Dios en un triángulo es sospechosa y casi "conspiracional", Dios es un cuadrado, así como la Vida, la vida, la amistad, la literatura, el amor y el odio... es más,tan infinito amor de Dios por el hombre, me hacen pensar en Padre, Hijo, Espiritu SAnto y humanidad...
Es lo más profundo que he escuchado en este diciembre esquivo. Tanto así, que se desprendió una sensación de revelación dentro de mí, al punto del ojo aguado. Te quiero, Jube. (lo pondré en mi facebook)
Así como lo percibo, de una manera casi inexacta a lo que quieres expresar (Creo) pero de un modo exacto a lo que quiero entender. En esta lucha interna y externa que llevo conmigo mismo y con los demás, con las miles de dudas que me arropan, que me incitan a pecar, a querer, a preguntar... todo esto genera mi "falsa poesía" y un final interrogatorio; en este cuento de generar y producir en el que ando en mi texto, de entenderlo y no masticarlo por fin te haré mi pregunta.... yo soy un raya o soy cuadro?
Descubro en tu comentario, la duda de tu destino. No me corresponde a mí darte el título de algo, amigo mío; es tuya, después de toda, la alegría de nombrarte algo. Un abrazo.
Lo mágico de este "incuadrable" relato es su bifircacion argumental, tal parece advertir, la profunda verdad en el fondo de unos socraticos cuadros...
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: