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miércoles, abril 02, 2014

SUMARIO: CHARLIE Y SU FÁBRICA DE VOLAR TORNIQUETES

Publicado por Yo soy Escribidor |

El plan era ir a clases. Sí, nos gustaba estar en clases y aprender literatura. Algunas asignaturas no la compartíamos; entonces, al final de las mismas, nos buscábamos, nos encontrábamos y nos abrazábamos como si el mundo dependiera de eso. Charlie, al igual que yo, es afectuoso y nunca ha tenido un prejuicio frente al amor.

Pero nunca decidimos, ya entrados en menesteres académicos, devolvernos a nuestros hogares, en el mismo bus de siempre, pagando el pasaje completo. ¡Ni Dios lo permitiera! Lo mejor que podíamos hacer era tan solo pagar mil pesos y que nos quedara algo ahí para alimentarnos en ese viaje de una hora. Para pagar así, había, pues, que emprender hazañas circenses volando el torniquete.

Charlie
Cada día, al salir, y cuando estábamos juntos, recolectábamos los mil pesos respectivos. Evidentemente, como nos sobraba algún dinerito, éste se invertía en algo comestible; porque, eso sí, con hambre no se puede volar torniquete. Comprábamos una arepa de queso, generalmente. En muchos casos, era acompañado de otras personas; sin embargo, a veces, el dinero no daba para tanto, y, pacientemente, esperábamos que todos se fueran para comprar la arepa para la fuerza respectiva del salto del escarnio.

La idea de volarnos los torniquetes fue de él. Y era el plan de esos días. Descubrí prontamente que no se trataba de ahorrar plata, sino de la aventura y la alegría que eso produce. Por eso, también, sin duda, nos abrigaba cierto escrúpulo: nos íbamos a caminar a una parte oscura en la carretera, alejados de la gente que nos viera coger un bus así, y alzábamos el dedo índice en señal de mil pesos. En la mayoría de los casos los conductores de Sobusa entendían y nos decían que Rápido, rápido. Nos fue bien.

Con Charlie, las arepas y los torniquetes volados siempre sabían mejor. Valía la pena no pagar el pasaje completo por estar en el bus cantando y reírnos de esos otros tontos que sí daban el dinero exacto.
Charlas en la U


De la primera vez que estaba en esto, yo, penoso y tímido como soy, esperaba que él hiciera la labor respectiva de hablar con el conductor, y que todo fluyera. Estaba un poco equivocado, porque la señal del dedo de mil pesos, no estaba dentro de mi presupuesto ese día -y ninguno quizás-. No obstante, aprendí con Charlie que la pena se iba rápidamente cuando me resistía por pena hacerlo. Él tajante frente a esto, volteó a mirarme, y con seguridad extrema me dijo: “Alza el hijueputa dedo”. Luego de eso, frente al asombro que eso me produjo, no pude, por más que quise, bajar mi hijueputa dedo para tener que pagar más dinero por estar en un viaje de vueltas sin él.

6 ¡Ajá, dime qué ves!:

Anónimo dijo...

Genial como siempre mi querido amigo. Doris

El Principiante dijo...

Yo siempre tengo el hijueputa dedo abajo. Me da pena la labor clandestina de volar torniquetes. ¡Saludos!

Yo soy Escribidor dijo...

Reguillo, necesitarás un amigo tajante que te ayude a no bajar nunca el dedo, ni el brazo, ni el rostro, y que nada de eso tenga el epíteto cruel de hijueputa.

escribir/ese vicio impune dijo...

Una sola cosa queda por celebrar. La amistad, los felicito porque tienen una muy fuerte y bella.

escribir/ese vicio impune dijo...

Una sola cosa queda por celebrar. La amistad, los felicito porque tienen una muy fuerte y bella.

Anónimo dijo...

¿aún lo hacen?
Quizá algún día de estos mi amiga y yo podamos hacerlo con ustedes.. :)

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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: