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miércoles, septiembre 08, 2010

Excesos TRES: Es ese el amor no correspondido

Publicado por Yo soy Escribidor |

“Y sólo entonces había comprendido que un

hombre sabe cuando empieza a envejecer

porque empieza a parecerse a su padre.”

Gabriel García Márquez

Cuando pienso en los excesos del amor, recuerdo y quiero ponerme a pensar, con la mano en el corazón, si lo he recibido de mis padres. Con ellos se marca, no tan claramente, la línea del odio y del amor: No podemos dejar de amarlos sin dejarlos de odiar; y los odiamos sin dejarlos de amar, y también pensamos –sólo deambulamos – que tal asunto ocurre de igual manera con ellos.

Lo veo en mis tristes padres de mi niñez y con un amor imposible de asimilar ahora de grande. Es un amor irrecordable, y sólo por ello, no divisamos el odio.

Lo sentí en mi adolescencia, en mi rebeldía esporádica y en la realización de mis propios deseos, y en la naciente frustración de mis padres por yo ser su hijo. Se golpea el muro de la realidad cuando el pelao no quiere ser médico, o cuando la niña no le importa la fiesta de quince, o cuando los amigos no parecen cumplir los requerimientos que se inventaron para sus hijos de bien. Se comienza a ver, en la juventud-adulta, sus palabras, el desamor y la costumbre: un amor que se acostumbra a los días. Ya uno tiene noción del odio y tiene claridad del de ellos hacia sus hijos.

Me resulta complicado creer a ojo cerrado en la transparencia y amor de los padres. Me caga encima de mí, mi propio escepticismo cuando de buenas intenciones paternales se trata; en la enfermedad, en las lágrimas, que me huelen al mecanismo para expiar sus culpas, cuando sienten que sus hijos se van, y ven que quizás es su culpa, y tratan de remediar los adioses que muchas veces son irrevocables.

Con el paso del tiempo, el amor y el odio se fusionan y termina siendo todo una gran nostalgia por los años. Es una mezcla de consideración y de silencio, se puede creer que todo lo pasado se ha olvidado; pero no es así: es solo el tiempo que pasa y la vejez que llega. Se termina por comenzar a encariñarse; y el ciclo se repite para la posteridad: y juramos que no se repetirá aquello de que nuestros hijos nos odien, seremos diferente a nuestros padres, les daremos eso que no recibimos, les besamos la frente más a menudo, comeremos helados y les leeremos cuentos antes de dormir. Intentaremos no regañarlos tanto… de vez en cuando, pero no todo el tiempo. Y prometemos solemnemente no odiarlos nunca; los amaremos profundamente, y con el paso del tiempo, oraremos para que la fusión no se realice y que no sea demasiado tarde.

“Tú me has dicho que a mí me cuesta creer en la Gracia…

yo creo que a ti te cuesta creer en el amor.”

Esteban Josué Cárdenas

3 ¡Ajá, dime qué ves!:

Anónimo dijo...

Yo odie a mi madre biológica durante 16 años, luego que la perdone repentinamente la ame.
En estos momentos de mi vida, la enfermedad de mi madre Carolina me hace amarla, me hace pensar que se muere todos los dias y que la hecharia de menos hasta para sus griterias.
Espero ser una buena madre, y con ello no tener un hijo que escriba lo que mencionas.
Te quiero friend!

Anónimo dijo...

Dicen que uno amará realmente a sus padres cuando se enfrente a salir de casa y a paz con ellos... de seguro porque uno los deja de ver y comienza a reflexionar sobre la relación y a no tener que compartir tan de seguido con ellos. En fin, pues ami no me ha pasado, yo no he podido tener una buena relación con mi papá y no se si algún día eso va a ocurrir. Para ellos nada es lo mejor para uno si a veces la decisión no la toman ellos por uno.
Un abrazo.

Esteban Dublín dijo...

Estimado Deivi, el cuento que solicitaste a cambio de tu nombre hoy está publicado en Los cuentitos. Te espero con tus impresiones. Gracias por confiarme tu nombre.

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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: