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viernes, abril 07, 2017

Desorden de una pieza

Publicado por Yo soy Escribidor |

«Quitar los escombros dentro de lo posible;
porque también habrá escombros que nadie podrá
quitar del corazón y de la memoria»
|Benedetti, Primavera con una esquina rota|

No he podido arreglar mi cuarto. Es cierto: hay batallas que fueron más durables en las que he salido victorioso, pero mi cuarto me está venciendo en su desorden por estas largas semanas. Siempre le he había ganado la partida de manos cruzadas.  Por supuesto sé que el asombro de los demás es evidente porque es imposible no pensar en que me gusta cada cosa en su sitio: libros, ropa, cama, mesa, cuadros, zapatos; no obstante, he perdido de hace un tiempo un par de encuentros.
Desorden

Los zapatos fueron siniestros. Mi amigo C sabe que nunca he podido con el orden de los zapatos ─es un secreto entre los dos─. Intento esconderlos pero es lo único que he ido aceptando poco a poco. Para ello, cogí una caja de cartón y ahí los iba metiendo: los grises, las botas, los negros, los tenis azules, los otros; pero sin saber cómo, los zapatos aparecían en desorden en mitad del cuarto, como con vida propia, uno encima del otro fuera de la caja de cartón. De eso, me fui acostumbrando. Luego llegaron medias que nacían y nacían como una plaga que se resiste a morir en el campo. 

Sin embargo, no he podido con lo otro: mi orden es necesario y me gusta: grande, mediano, pequeño, camisillas, blancas, grises, negras, colores pastel, camisuéteres, mangacortas, mangalargas, cuadro uno, cuadro dos, cuadro tres; es un orden que me apasiona y que me llena de logros internos. Pero se han burlado de mí de un tiempo para acá. Se burlan porque al despertar en la mañana se riega la ropa de la angustia hacia el suelo, se aturden los libros y los cables, se enreda el orden de los libros acumulados por leer.

Tanto tiempo acumulado para esto: para que me gane un sobrecama deshecho y un pantalón gris en una silla vieja. Tanto esfuerzo por años para evitar que alguien ponga un vaso de agua sobre la madera, para que la ropa limpia se mezcle con la sucia. Tanto evitar las migas de pan en el piso, huyendo de las hormigas que atacan mi vida, para que los ratones hagan fiesta con mi insomnio mirando al techo descubierto. Tanto crear un estante encima para que el libro de cuentos, a final de cuentas,  repose en tierra, y el volumen del radio suene más alto de la cuenta. 





1 ¡Ajá, dime qué ves!:

Maitalea dijo...

Simple, pero disiente

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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: