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domingo, septiembre 07, 2014

“En un año pasa de todo”

Publicado por Yo soy Escribidor |



Hoy, hace un año, estábamos en la casa de María, en su sala, frente al computador, y en realidad, todos conociéndonos. Ese día conocí a David. Decir que lo conocí ese día, en el sentido amplio de la palabra, sería una falacia, porque ya había hablado con él en alguna ocasión y, siendo sinceros –pensaba yo-, me interesaba muy poco ser su amigo. Ese día lo conocí. Pude tener una conversación alrededor de la Teología y de otras libertades que se da uno. Ese día caí en la cuenta que, algún tiempo atrás, en la puerta de una iglesia olvidada, pensé que quizás seríamos amigos. 

Carlos tomando la foto
Ese grupo (los de la casa de María) prontamente  encontramos qué hacer los domingos, los sábados, todos los días, todas las llamadas, todos los mensajes y todas las fotos que nos tomamos. La Literatura, el baile, el “los de entonces” de Neruda, el vino y las canciones de Juan Gabriel, eran parte activa de cada reunión. 

De eso tan bueno, a veces, no dan tanto. Durante este año, aborté definitivamente mi idea gregaria que dista de otros. Adriana ya no está; se fue a Medellín a estudiar. Carlitos ya no está con María. Y María tampoco está. David se cambió de look y recibió muy velozmente el golpe inclemente de la soledad eclesiástica y se fue, al igual que yo, sin penas y sin glorias. 
David mirando a Dios

Ha sido un año en el que David llegó a constituirse, no sólo el obvio tocayo, sino una extensión de mi hermandad. Fue el apoyo fuerte cuando caí en enfermedad. Ha sido el ausente de ciertos momentos, pero el presente en la conexión metagenética. 

Hoy tenía pensado recordarlo, celebrando, de alguna forma, el aniversario del encuentro definitivo que nos hizo amigos, pero me ocupé en aquí y en allá. No obstante, no fue suficiente los quehaceres varios, de esta tarde nostálgica y barranquillera, para olvidarlo. 

Ya su colección de cucarachas no está. Se fueron más momentos que compartir. Sus hermanos llegaron a ser mis amigos. La lluvia cae sobre la ciudad y roza la nostalgia de todos; inunda de diluvio la soledad y el tiempo.
Pero, qué carajos, el año pasó.

“El 7 conocí a David”, le dije a Adriana. “En un año pasa de todo”, me dijo ella; sentí un fuerte peso de remembranza, y asentí esperando la lluvia.

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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: