Si intento descubrirlo
aquí es para no olvidarlo
Es triste olvidar a un
amigo.
El Principito
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Bebida alegre. |
Margie
con su cabello rebelde y ensortijado se hizo, a pulso, ingeniera mecánica en la
Universidad del Atlántico. Ese pulso se manifestaba en ese negocio, ya
prístino, de la venta de empanadas que su mamá, la mona, hacía para rebuscarse
día a día.
Pero
vender fritos no es fácil. Es difícil pasar de la pobreza, en 7 de abril –el
barrio donde vivía-, a la riqueza sin límites, sólo con un puesto, en la
terraza, para vender aguadearroz y fritos para el hambre. Sin embargo, Margie
aprendió el arte de hacer fritos: molía el maíz, hacía la masa, los preparaba,
empacaba para irse para la U, y allá los vendía a diestra y siniestra,
recorriendo la universidad que, siendo realistas, cansa en caminata, de vez en
cuando.
Nunca
vi en ella una mancha de horror frente a esto. Al contrario, siempre estaba
orgullosa de lo que hacía; acaso las penurias económicas lo llevan a uno a
cosas que no haría. Quizás no es mi caso ahora; quizás, por ello, mi
admiración.
Pero
Margie se fue. Y antes de irse, recordé aquella vez, ya borrosa en mi mente, en
que quería estar con la gente que yo lideraba. Recuerdo una mujer lejana, que
ya no ésta ingeniera construida a la fuerza del esfuerzo. Recuerdo, sin duda,
sus discursos teológicos llenos de una simpleza y profundidad lingüística que
me hacía emocionar más de lo que hubiera querido. Recuerdo esa ira desconocida,
allá en ese centro comercial, que nunca le vi antes, que era altisonante, y
retadora. Esa ira que, por primera vez, me hizo tenerle miedo, pero callé.
También
recuerdo los bailes de todos los ritmos en las fiestas que inventábamos; o
aquellos cantos tradicionales de la negritud que ella cantaba con la fuerza de
una negra en penuria, y que celebrábamos cantando todos al unísono: ¡La Candela
Viva!
Recuerdo
su cabello. Recuerdo sus hermosos ojos y su exquisita sonrisa blanca. Recuerdo
su motivación por seguir en el gimnasio. Por su huida por ser maestra, su uña
indómita, sus bollos en los paseos y su atlética figura que hacía, que todos
los hombres del grupo, nos viéramos femeninos.
Pero
también recuerdo aquella vez que le dije, luego de graduarse, que nunca más
vendería fritos, no porque hubiera sido indigno, sino porque ya había cumplido
su hora. Y ya era un buen tiempo para avanzar.
Y
la recuerdo con lágrimas. Con sueños cumplidos, que nunca soñó. Con una mamá
que la ama. Con historias macodianamente inverosímiles. Con abrazos furtivos
bajo la sombra esperando un bus. Con la insistencia a hacer arroz de menudencia
o no exponerse al sol antes de 4.
Esta
es su historia. Y es triste también porque recuerdo su partida. La veo irse,
llena de sueños, y veo mi tristeza de soslayo porque es más fuerte el orgullo
que siento, y la alegría que me inunda, que la agonía por la distancia. Y
recuerdo sus empanadas –que ya no como- y sé que valió la pena.
A Margie, con amor eterno
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4 ¡Ajá, dime qué ves!:
Yo la recuerdo, a la Margie de digna admiración, por el baile de salsa que tuvimos en alguno de mis cumpleaños. Recuerdo que ella quería que fuese el guía que complementara sus saberes previos y yo no sabía qué hacer; sólo bailamos salsa a lo barranquillero: improvisao'.
MIS RESPETOS AL ESCRITOR....WOW PENSE POR UN MOMENTO QUE ESTABA LEYENDO A GABO!!!!! QUE TELENTO!!!!
David que bonita historia.
Claudia Velasco (amiga de david angél)
Que lindo amo la forma en que escribes.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: