Carlos Andrés
compró moto y enfatizó en llevarme todas las veces que quisiera. Sin embargo,
por los imposibles, no siempre ha sido así. De hecho, al riesgo de un video que
tengo donde dice que siempre me llevará o me recogerá donde esté, la realidad
distó un poco. Yo, no obstante, siempre le digo que me haga el favor; cuando
puede, lo hace.
Hoy le escribí
temprano porque tenía dos vueltas seguidas que hacer. Le escribí reclamando una
especie de libertad que me dio al pedir el favor, y, de paso, validando los
acuerdos. Nuestra conversación,
alrededor de la hora fue algo así:
-¿Qué horas
tienes allá para arreglar?
-Son las 10:06.
-¿En serio?
-10:07 ya. Oye,
hazme un favor.
-Ando arreglando
el cuarto.
-Llévame.
- ¿A qué horas?
-Ya.
- Eche,
dentro de 20 minutos.
-15 minutos.
-Mi mamá me
mandó a barrer y trapear: 20. Y a arreglar otras cosas.
-bueno, dale,
pilas.
(Nota de voz de
él: «Qué pilas ni qué mierda, hermano. Espere a que yo termine, eche».)
-Eche para usté.
Te escribo en 15 minutos.
(Pasa un tiempo)
-Hey, me diste
la hijueputa hora mal.
-No, en mi reloj
ahora son las 11:04.
-Esa mierda está
dañada. Te pedí la hora real, eche.
-Será allá. No,
es la misma que tengo en mi reloj y pc. (Nota de voz de él: «Hey, cómo van a ser las 11; mira cómo está
el día apenas, hey. ¡Arregla esa mierda, marica! ¡Eche, da es cola!) Son las 11, idiota; 11:06, sea serio.
-Qué van a ser
las 11 ni qué cagá.
-¿Entonces qué
hora es, Carlos Andrés?
-Son las 10:10,
imbécil.
-Eso ya pasó
hace rato, idiota. Estás atrasado una hora
-Ya voy a bajar.
Cuando llegó
afirmaba su desfase atemporal, y yo mirándole la cara mientras sólo interjeccionaba
con «eche» (como si ya hubiera suficiente tantas palabras para nuestra tontera
de las horas). Como algunas cosas,
siempre andamos en una hora distinta el uno del otro, como negándonos la
realidad del tiempo presente, en un devenir del hoy, de mañanas y pasados
envueltos en relojes en contratiempo.
De paso, hace
días se quedó con un reloj mío y me lo devolvió dañado de la manilla. Él aseguró
que estaba así, como si yo fuera
idiota de las cosas que tengo, y del tiempo que me gusta pasar con él.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: