Jonathan renunció el 30 de junio. Fue todo
lo que se pudo soportar en un trabajo que le quitó gran parte de la
tranquilidad –de la vida, diría él-. Ahí estuvimos esperando este momento
porque lo alargamos lo más posible, acaso las obligaciones económicas
adquiridas durante todo el transcurso.
Su trabajo llegó a ser una piedra en el zapato
para él y para los demás que estamos cercanos. Para empezar, instalar
conexiones de Directv sonaba bien al
principio; pero esto se complicó cuando descubrió que nunca había un horario de
salida. Y se complicó más cuando sus noches eran llevadas por la universidad
cuando no podía llegar a tiempo. En
varias ocasiones, su novia y yo lo esperamos sin respuesta porque andaba
trabajando. Y nunca se detuvo, de ahí en adelante, todo lo peor que uno podría
tener un trabajo.
Ocio |
¿En qué momento el sustento se convirtió
en una carga? ¿Desde cuándo trabajar fue lo más parecido al dolor? ¿Desde
cuándo ahí cultivamos la desesperanza?
Para él, todo esto se constituyó en una
opresión, una cárcel, una pesadilla de tantos meses en la que no había
escapatoria. Se adelgazó más de la cuenta, no le alcanzaba la plata para nada,
nunca llegaba a tiempo, soñó pesadillas recurrentes, tenía un compañero que hacía
todo más difícil, no había permisos para ir al médico –al mejor estilo de «no se enferme porque lo echamos»-, sin
contar, por supuesto, con el entramado emocional y espiritual que eso supone. Yo
tuve un trabajo así y sé qué es no sentirse vivo.
Sin embargo, él siempre se resistió a ser
oprimido, porque impuso ser indómito de quienes le decían qué hacer con su vida
siempre. El límite llegó hasta el 30; después de eso, buscaría una especie de
libertad que le garantizara sentirse un humano funcional.
Ahora, mientras disfruta de su
tranquilidad, se le ve un brillo distinto en los ojos; una especie de paz por
quitarse una carga inútil que le restó más en la vida. Se le ve una luz que
estaba apagada, y que se aviva de a poquito a poco. Ahí va el pelao: lento pero
seguro.
Ese día, en la noche, cuando le pregunté
cómo le había ido con la renuncia, él con la vehemencia que tiene la gente que
no teme lo que dice, afirmó: «hasta hoy
trabajé para esos caras de verga».
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1 ¡Ajá, dime qué ves!:
Gracias a Dios dejaste de trabajar "para esos caras de verga".
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: