Haciendo
un recuento por el año, siento que éste, quizás igual a otros, ha sido un largo
año de dificultad. Quisiera decir qué fue lo que se llevó este año por delante.
Por una parte, en este día olvidado creo que muchas cosas no se dieron con la
vehemencia con qué quise:
Ver
irse a mi amigo Steven, y llorar por él, llorar con Dildreth, llorar con su
mamá, seguirlo hasta que no hubo fuerza, tomar fuerza y continuar, es, después
de todo, una larga lucha, fue un golpe bajo del destino, que nos jugó una mala
pasada y lo viví con ahínco, y sufrí, y lo hago, como si hubiera sido ayer.
Ahora veo hacia adelante, y no puedo negar sentir una paz cuando veo que el Vendaval se fue, y que ahora sonríe como siempre ha sido él con sus fuerzas de
vida y con el ánimo de vencer su enfermedad.
Jaide
y Darwin se casaron, y apenas ayer, ella era una niña inocente, hermosa, y la
vi cómo ya creció y cómo cambiaron los días, y no esperé darme cuenta que
envejecí sin darme cuenta, sin previo aviso y sin consideración. Y hoy los veo
felices, entregados, genuinos, contentos. Me llena la vida pensar que ellos
pueden salir adelante siempre así.
Dianita
que se fue y vino. Y que le he quedado debiendo siempre, pero que mi cariño es
imposible con ella. Y Kevin que se parece tanto a mí que me da miedo no haberlo engendrado.
Terminé
académicamente mi segunda carrera. Es algo que, sin duda, me tiene alegre.
Falta la tesis y otros menesteres. Nunca pensé, allá cuando la depresión era
fuerte, y comenzaba esta carrera, que algún día iba a llegar al final; pero lo
hice, y me gusta, y lo hago bien.
Pensé
terminar la entrada de amistades en mi vida, pero David Ángel ha sido un
regalo, estos meses, de parte de Dios. Ha sido aliciente en medio de una
soledad terrible que me abriga sobradamente.
Sí, ya sé que nos han criticado, que se puso un arete como yo, que se
cambió el corte de pelo, que se cambió las gafas, y que se presume que es otra
persona. Sin embargo, no es del todo así. He visto, en mí, una parte infantil
que me hace sentir un respeto absoluto por él, y me hace pensar que será un
buen padre para sus hijos.
Termina
el año, pensando que mi instancia en la iglesia se me esfumó sin querer. Y que
mi última compañera –así fuera a lo lejos- era Liseth. Pero ella ya se irá, y
allí es el lloro y el crujir de dientes.
He
reafirmado mi cariño y amistad con Jubeis en todas las locuras que nos
inventamos y que, como en Rayuela, nos reímos, de vez en cuando, para
contrarrestar la melancolía porteña en la que estamos inmersos gracias a la
literatura y a Dios.
Mi
amor por Carlos Andrés va de odios a amores siempre. Es una amistad extrema. Es
un desparpajo de gritos y cariños, de perros calientes, de huevos con pan y de
canciones románticas. Me gusta cuando me dice que soy su mejor amigo, me gusta
cuando, como en estos días, dice que siempre me esperó antes de conocerme. Me
gusta, de vez en cuando, sentir que uno es amado.
También
están Harold, en ese puente unilateral que nos inventamos para ser Oliveira o
Traveler, título que comparte con Carlitos Manuel porque, me da por pensar,
somos los mismos con las mismas, todo el tiempo. Y de María siendo Talita -fantástica
siempre-, sobre una tabla, tratando de unir nuestros mundos tan dispares. Y de
Adriana con sus ojos brillantes y sus fotos que merecen muchas historias. Y de William con ese cariño inmenso que le
tengo, y que no pudiera haber razones para eso, pero que lo pienso siempre con
amor auténtico. Y de Yemsy con su hermosa risa coqueta y su astucia. Y de Oscar
que parece ser el fuerte, pero que lo he visto llorar cuando nadie lo ve, ni
siquiera cuando yo lo veo. Y también, de
mi amigo Javi quien parece que fuéramos hermanos o amigos de toda la vida, pero
que solo el Skype ha permitido la unión de nuestras voces, y que sepa él que lo
quiero mucho, así nunca el destino nos permita vernos en vivo.
Y de Jimmy quien me descifra, a pesar de la distancia, con una cerveza y una hamburguesa. Con Fanny que ya no tiene lágrimas, que su risa es la mejor medicina, que un enfermo, como yo, puede tener. Y de esas llamadas nocturnas y viajes por la ciudad con Jason y Andre, que me hacen salir del círculo de mis pensamientos.
Se
me acabó parte de mi mundo este año. Ha sido duro. Difícil. Han sido los días
distantes, de libros como Sabactani y de los Karl Barth. De tatuajes en mi espalda,
de aretes libertos. No se trata solo de mi espalda y mi oreja, se trata de piel
viva donde están las letras de los demás, de microficciones y canciones de
Montaner y bolsos MK. Y la borrachera -con sus cinco vomitadas- que me di con Sharib y Laurita, en señal de duelo, sin que ellos lo supieran.
Me
enamoré y me desenamoré y volví a amar. Pero ya ven, a la mujer de mi vida –o las
muchas, quizás, en una sola mujer- no le alcanzaron mis palabras llenas de
significantes variados, pero un solo significado en contra de la soledad.
Adiós,
2013. Ojalá no vuelvas. Quizás no te extrañaré y no quisiera extrañarte más. Bienvenido
2014, con tus nuevos días sobre la mañana y la luna insomne sobre el tejado.
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5 ¡Ajá, dime qué ves!:
¡Quizá tú me engendraste en la otra vida!
Genial mijo
Simplemente increíble
Gracias. Te quiero y amo, mi amigo.
No sé porqué, pero al terminar de leerlo, me dio muchas ganas de llorar!!!
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: