Tatuaje en la espalda solitaria |
"Ustedes son la carta que ha sido escrita en nuestros corazones, los demás los conocen y pueden leerlos. Ustedes son cartas del Señor que no han sido escritos con tinta, sino con su Espíritu; no sobre una piedra, sino en carne viva: el corazón."
2 carta a los corintios 3:2-3
Al haberme
tatuado, se ha suscitado varios matices alrededor del mismo. Por un lado, no
pensé nunca tener un valor para soportar un dolor que, creo yo, fue inferior a
mi miedo. El dolor que experimenté en el tatuaje estuvo por debajo de mis
expectativas. En ese momento supe que podría hacerme muchos más tatuajes.
Por el otro, aún
puedo recordar la cara de asombro, hasta el preámbulo de las lágrimas, de mi
mamá, cuando mostraba el tatuaje, y mi hermana Vanessa (quien ya tiene dos)
celebraba descaradamente en la resignación de mi madre, frente al desparpajo
cómplice de todos los que estaban ahí. Al día siguiente, confirmé mis
sospechas: la volví a decepcionar.
También puedo
hablar de las manos que agarré al comenzar el tatuaje, que luego solté cuando
noté que no me dolía mucho. Fueron las manos de algunos amigos que no podría
nombrar para evitar la molestia. Pero que, sin duda, me recordó las manos que
uno agarra en medio de todo el caos que se precipita sin avisos. He agarrado
esas manos, una y otra vez. Y sé que no se han acabado la longa mano de Dios en
todos ellos: por un lado, los de ese día; por el otro, los de mi cotidianidad,
siempre tan constantes.
Muchos me han preguntado qué dice lo que me tatué. Es
Isaías 49:8-9, tan solo dos versículos de un largo capítulo de la Biblia que es
importante para mí. De muchas formas, me hace pensar en Dios y en mi propósito
frente a la Humanidad cercana. Sin embargo, más allá de lo que dice, me he
puesto a pensar en realidad qué dice mi tatuaje, qué dice tener marcado en la
piel las letras de otro, el nombre de otro, las vivencias del otro. Entonces,
me choco con una hermosa realidad de los tatuajes que aún no tengo en mi piel, pero que sí
están en la tinta en mi vida: los nombres propios de los que me circundan.
De mi familia con
sus fallas probables y el circense desenfreno por amarnos. De las luchas,
gritos y molestias, pero también de las risas y los bailes compartidos. De mis
amigos, los viejos, los nuevos, los que vendrán, cada uno en su tiempo y
momento, con sus nombres y sus vicios, tan desiguales, tan distantes; sin
embargo, tan simétricos en el deseo de buscarnos en la oscuridad.
A ellos, pues, les
debo mi historia. Que se escribió mucho antes de la decepción de mi mamá y las
pocas malas críticas que he recibido por el tatuaje. Este escrito es solo un
salto inútil por devolver las letras que han construido –y deconstruido- mi fe,
mis sueños, mis anhelos, mi biografía. Acaso, tal vez, se devuelva con letra
sobre este escrito, lo que mi espalda, en letras de tinta, pretende decir a
gritos ancestrales.
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5 ¡Ajá, dime qué ves!:
Lo importante es que ese pasaje que tienes tatuado en la espalda te pese como una tonelada de piedras cuando lo tengas que traer a la memoria... y por las críticas no te preocupes; seguramente a esos esquiroles de la fe los van a tatuar con la marca de la que tanto se ufanan que nunca van a cargar...
Y podrías escribir muchos versículos más en tu piel... Lo importante es que no te sientas reprimido... q es una sensación muy triste y además incómoda..
Leído.
Solo diré: vengan más tatuajes o no, quiero seguir siendo una mano que te sostenga.
o dos manos...
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: