Benkos a ojo cerrado |
Siempre son tus ojos infantiles. Uno
ve los ojos y piensa que todavía tienes los 14 años, pero ya no es así. Me digo
resignado: ¡Cómo ha pasado el tiempo! ¡Cuánto he envejecido! Y te veo en tus
gestos. Veo a alguien que se construyó con tropezones a temprana edad. Escucho
tus palabras atentamente, y concluyo que hace rato no hablas. Hola, ¿cómo
estás? Ríes siempre y vuelves a un mutismo lleno de sonidos. Ríes de nuevo y te
escucho.
Ya a tu corta edad te delatan más canas de las que
quisieras y de las que deberías tener. Como si fuera justo que alguien como tú las
llevara, las tiene profusa y despiadadamente. No hablas de ellas. Ya no te acomplejan,
según dices, pero son inevitables las caras de asombro que se aparecen en la
oscuridad.
Son tus ojos los que delatan tu nostalgia. Eres feliz,
y lo sé; sin embargo, tu melancolía es parte de ti: como si nos hubieran hecho
de la misma esencia, tu vacío es el mío, quizás con otro nombre.
Te escucho alegre siempre. Te escucho sin escucharte.
Escucho tus pasos a lo lejos, sin verte. Sé que del otro lado estás. ¿Y tu
soledad? Bueno, ella lleva nombres y
apellidos y, a veces, situaciones, momentos, llantos y alegrías. ¿Tu soledad?
Tu soledad con la que luchas cuando te encuentras acompañado: tus pasos lentos
y tu hablar meticuloso.
Son tus ojos. Tus ojos de
nostalgia. Yo te toco las pestañas –en la inmensidad de cómo son-, y tú cierras
un ojo, te ríes, me miras sin mirarme, y yo entiendo.
Han pasado un par de años. Ya
no eres el mismo aunque, sí, lo eres: la lágrima que rueda sin caer en el río de
tu vida. La risa pronunciable en los dichos que pretendes. La agonía de lo
humano en tus ganas de vivir.
¿Estás ahí? A veces te veo
esquivo. ¿Sigues ahí? Te escribo buscándote cuando no estás. ¿De qué color es
el cielo de tu alma? Es gris o con flores amarillas ¿Llueve de vez en cuando a través de la ventana de tus ojos
grandes? Decidiste la hombría siniestra del silencio ¿Mientes con tu mirada enferma de melancolía en la alegría de la
música? Cantas alegre en las noches de insomnios.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: