A Carlitos, compañero de tatuajes y de
otras marcas
León de Judá |
Cuando al papá de Carlitos
le dio la afasia, el horario de él estuvo circunscrito a los cambios que
podrían ocurrir en el hospital. Entonces comenzamos
a cuadrar las idas al gimnasio, salidas esporádicas y obligaciones, con base en los tiempos de relevo que él le hacía a la mamá, cuidando al papá.
a cuadrar las idas al gimnasio, salidas esporádicas y obligaciones, con base en los tiempos de relevo que él le hacía a la mamá, cuidando al papá.
Así fue cuando decidí
hacerme el nuevo tatuaje: Un león en acuarela que tuviera una frase debajo que
dijera “León de Judá”, el tiempo fue escaso para poder estar acompañado todo el
tiempo, porque Carlitos se tuvo que ir antes de comenzar en curso el tatuaje.
Algunos de mis pensamientos, alrededor de la soledad impuesta, fueron los
siguientes:
1) Un tatuaje duele más cuando no hay nadie quien te acompañe (Carlitos que se fue porque le tocó ir al hospital). Es importante la compañía de alguien que te hable, te dé –como dicen los pelaos- moral, y que, de vez en cuando, te aliente diciéndote que está quedando bien y que ya están terminando.
2) Un tatuaje en la pantorrilla duele mucho. Es un dolor extraño porque el dolor cesa momentáneamente en las pausas que hace el tatuador; queda un ardor. Uno piensa que dolerá igual, pero cuando se comienza otra vez, el dolor anterior queda en el olvido y aumenta el nuevo.
3) “¿Para qué me hago esto? ¿Es necesario todo este dolor? ¿Quién me manda? En vez de estar gastando el tiempo y el esfuerzo en otras cosas, la gente muriéndose de hambre y yo acá con un dolor. Ya lo decidí: No me haré más tatuajes”.
4) Transcurrido una hora de dolor, pregunto: “¿Cómo va eso?”. Miro el tatuaje y apenas va una pequeña parte. Pregunto: “Falta como media hora, ¿cierto?”. No -me responden- COMO DOS HORA MÁS.
5) Hay que aguantarse todo. Si uno comienza a hacerse un tatuaje, hay que soportarlo hasta el final; es mejor algo bien hecho que una empanada grasosa del Centro.
6) No todo duele. Hay partes que no duelen tanto y que es siempre un dolor o una molestia soportable.
7) Hay que tener un buen tatuador, sino prepárese a tener un Mickey Mouse con cara de perro.
8) Hay que estar seguro de lo que se va hacer. No escoger el nombre de alguien que, posiblemente, odiará en 3 semanas, porque después dónde carajo saca el Liquid Paper para eso. Sea serio y responsable.
9) No intente preguntarle a uno que cuándo terminará tanto tatuaje, o cuántos se piensa a hacer uno; o le diga a uno que ya está bueno, que no se haga más. Uno piensa muchos tatuajes pero sólo accede a unos cuantos. Estos cuantos vienen de súbito a la mente y ya uno sabe que le hace falta a la piel. Nunca se tienen presupuestado cuántos, ni dónde. Aunque sí el porqué; si no lo hay, es mejor no hacérselo hasta que tenga la revelación pragmática, si la hubiere.
10) Por mucho que uno diga, como yo dije, que no me haría más tatuajes, cuando uno ve el trabajo final, olvida las molestias y se reemplazan por asombro. Después vendrán días para asimilar y de los gustos por los colores y las formas, y la cicatrización. Luego, sanará y vendrá la revelación del nuevo tatuaje: la historia de mi vida.
1) Un tatuaje duele más cuando no hay nadie quien te acompañe (Carlitos que se fue porque le tocó ir al hospital). Es importante la compañía de alguien que te hable, te dé –como dicen los pelaos- moral, y que, de vez en cuando, te aliente diciéndote que está quedando bien y que ya están terminando.
2) Un tatuaje en la pantorrilla duele mucho. Es un dolor extraño porque el dolor cesa momentáneamente en las pausas que hace el tatuador; queda un ardor. Uno piensa que dolerá igual, pero cuando se comienza otra vez, el dolor anterior queda en el olvido y aumenta el nuevo.
3) “¿Para qué me hago esto? ¿Es necesario todo este dolor? ¿Quién me manda? En vez de estar gastando el tiempo y el esfuerzo en otras cosas, la gente muriéndose de hambre y yo acá con un dolor. Ya lo decidí: No me haré más tatuajes”.
4) Transcurrido una hora de dolor, pregunto: “¿Cómo va eso?”. Miro el tatuaje y apenas va una pequeña parte. Pregunto: “Falta como media hora, ¿cierto?”. No -me responden- COMO DOS HORA MÁS.
5) Hay que aguantarse todo. Si uno comienza a hacerse un tatuaje, hay que soportarlo hasta el final; es mejor algo bien hecho que una empanada grasosa del Centro.
6) No todo duele. Hay partes que no duelen tanto y que es siempre un dolor o una molestia soportable.
7) Hay que tener un buen tatuador, sino prepárese a tener un Mickey Mouse con cara de perro.
8) Hay que estar seguro de lo que se va hacer. No escoger el nombre de alguien que, posiblemente, odiará en 3 semanas, porque después dónde carajo saca el Liquid Paper para eso. Sea serio y responsable.
9) No intente preguntarle a uno que cuándo terminará tanto tatuaje, o cuántos se piensa a hacer uno; o le diga a uno que ya está bueno, que no se haga más. Uno piensa muchos tatuajes pero sólo accede a unos cuantos. Estos cuantos vienen de súbito a la mente y ya uno sabe que le hace falta a la piel. Nunca se tienen presupuestado cuántos, ni dónde. Aunque sí el porqué; si no lo hay, es mejor no hacérselo hasta que tenga la revelación pragmática, si la hubiere.
10) Por mucho que uno diga, como yo dije, que no me haría más tatuajes, cuando uno ve el trabajo final, olvida las molestias y se reemplazan por asombro. Después vendrán días para asimilar y de los gustos por los colores y las formas, y la cicatrización. Luego, sanará y vendrá la revelación del nuevo tatuaje: la historia de mi vida.
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2 ¡Ajá, dime qué ves!:
Es verdad: cuán importantes son las personas que te dicen que el tatuaje acabará en cualquier momento; sobre todo si el tatuaje es una metáfora, ¿no?
Celebro esa amistad y tu León en acuarela.
Luis.
Luis, te leo siempre entrelíneas. Saludos.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: