“A lo largo de la historia nos
hemos estado peleando unos contra otros y por eso hemos perdido varias
contiendas, desde la conquista hasta nuestros días, incluyendo la más trascendente:
"La batalla por el futuro"
Roberto Gómez Bolaños, Chespirito
¿Quién, después de que le decían “ratero” al Chavo, no tuvo
ganas de llorar y decir a todos que él no era el ladrón que buscaban? Si algo
nos demostró el Chavo fue que la pobreza no era impedimento para la felicidad.
En él vimos cómo convergía la sociedad latinoamericana en un solo espacio: la
madre soltera, el oligarca, el pobre, la solterona, el deudor, el profesor y
los niños que entendían del perdón cuando de juegos se trata.
De mis favoritos siempre fue El Chapulín Colorado. De hecho,
era la idea (como dije en el anterior post) para hacer la tesis. El Chapulín es
el único héroe que nos podría identificar: cobarde pero arriesgado, gracioso
pero implacable, valiente y temeroso; una especie de antihéroe héroe, con esos
rasgos quijotescos, que abundan en nuestras calles.
La muerte de Chespirito no es sólo un evento predecible de
los años, él fue un referente de lo que es hacer, no sólo un humor y comedia de
manera límpida, sino de mezclar la tragedia de la vida con la risa: literatura.
Chespirito nos enseñó a que se podía ser niños siempre: nadie
pensaba que eran adultos disfrazados de niños. Nos enseñó a resemantizar la CH.
Nos mostró que los ladrones suelen ser más nobles de lo que uno cree, como el
Botija y el Chómpiras; o que una mujer fea, como la Chimoltrufia, es realmente
bella. Nos enseñó que la venganza nunca es buena porque mata al alma y la
envenena. Que todos queríamos las pastillas de chiquitolina para ser pequeños,
mucho más, para que no nos vean nuestros adversarios. Aprendimos a tener
compasión de un profesor que hacía su mejor esfuerzo por enseñar a unos niños
indómitos, que confundían la gimnasia con la magnesia.
También nos enseñó que los chiflados suelen ser divertidos, y
que, más locos que ellos, son los otros que siempre le piden una tacita de
azúcar. Que los médicos suelen ser incompetentes, cascarrabias y divertidos.
Que las brujas no son como las que creemos y que siempre vuelve el perro
arrepentido, con el rabo entre las piernas.
Yo aprendí a ver el sufrimiento de Doña Florinda, en su
abandono, con un niño malcriado. El de Don Ramón (De paso: excelente actor) con
su hija berrinchosa y eterna enamorada del Chavo. Y también que este último
vivía en una orfandad que no importaba porque era el hijo de todos, y amigo de
todos.
Descubrí que cuando el Chapulín decía: “síganme los buenos”,
se refería a la Humanidad, creyendo que siempre somos más lo que creemos en la
bondad y esperanza. Y que su astucia era la realidad de su valentía, y que su
escudo en forma de corazón reflejaba que su mayor arma era el cariño. Que los Caquitos
pueden ser amigos de policías y pueden cambiar sus vidas.
Que Chespirito es el CHaskespeare
latinoamericano, de un drama profundo y una comedia más profunda. Argumentar
que era uno más en la lista de comediantes, en nuestra historia, es incurrir en
una falacia y un atrevimiento no venido al caso. Chespiritu fue y es el
referente de tres generaciones que aprendimos, mejor que en muchas iglesias,
que podíamos oír, escuchar, porque estaba buscando amigos, que nos buscaba a
nosotros -Jesús-.
Por esto, y por lo que no escribo, lamento en profundidad la
falsa victoria de la Muerte porque en Chespirito es cierto que nadie muere para
siempre, si se es como un niño; como un Chavo, dirían por allá.
(Para los que no sabían también fue un compositor, les pongo
una de una novela que veía de niño, y donde él escribía las canciones: Alguna vez tendremos alas)
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7 ¡Ajá, dime qué ves!:
¡Genial!
Hermoso. Me hizo llorar.
La novela la vi, es buena. Mi amigo David, como sempre genial.
¡Brillante reflexión!
Excelente y muy nostalgico!
Hermoso!
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: