En el escrito anterior a éste, cometí ciertas omisiones y algunos errores. Por un lado, la gran omisión fue no haber incluido a mi amigo David Ángel en el relato. Él, casi con vehemencia, me reclamó haber ido al sitio. Y él tenía razón, y yo lo olvidé tristemente. Su instancia fue tan corta en el sitio de tatuajes que, por un momento -o un gran momento-, olvidé que fue y que su apoyo se figuró con su llegada. A él mis disculpas por este error involuntario que surge cuando uno escribe.
Por otro lado, cito textualmente: "Está en el hombro, en el izquierdo (ese hombro que
está más caído que el otro)..."; y aquí incurrí en una equivocación. Hoy, cuando quise releer lo escrito -luego de haberlo releído tantas veces-, noté, al voltear mi mirada, que mi hombro caído es el derecho, no el izquierdo. Y que sí, evidentemente, mi tatuaje está ahí, pero me falló la lateralidad.Es un error que no pienso corregir acaso para manifestar mi grata estupidez humana; uno que se siente irreprensible todo del tiempo.
Dejo mis errores en manifiesto y, al mejor estilo de Pilatos, lo que he escrito, escrito está.
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Porque al que se le conoce hoy como profeta se le llamaba vidente: